miércoles, 30 de enero de 2008

Cómo evitar que tus hijos estén todo el invierno resfriados

Resfriado común, catarro de vías altas o infección respiratoria aguda de vías superiores son diferentes términos que definen un mismo proceso. Se trata de una infección vírica aguda y autolimitada (es decir, que se cura sola en el plazo de unos días) de las vías respiratorias altas (fundamentalmente nariz y faringe).

Se conocen más de 200 tipos de virus que pueden causar resfriados.

Cuando una persona sufre un catarro, queda inmunizado frente al virus que lo ha provocado, pero aún es susceptible a otros virus, que a su vez tienen múltiples subtipos…

Es por eso que los catarros son tan frecuentes a lo largo de la vida.

También esto explica que los catarros sean más habituales en la infancia y su frecuencia disminuya con la edad; a medida que la persona va desarrollando inmunidad frente a los diferentes virus, disminuyen las posibilidades de contagio en caso de un nuevo contacto con ellos. La transmisión se provoca a través de gotas de secreciones respiratorias con virus en suspensión, producidas al toser o estornudar, que pueden ser inhaladas por otras personas, resultando contagiadas.


Los catarros son una de las enfermedades más frecuentes en el niño. Aproximadamente lo normal es que se produzcan de 3 a 9 episodios al año en el niño preescolar y de 2 a 6 episodios en el escolar. Estos episodios suelen concentrarse en otoño e invierno, en los meses de epidemia. El número de resfriados es aún mayor, hasta el doble o el triple, en los niños pequeños que acuden a guardería.

Síntomas conocidos por todos

Más o menos, todos tenemos una idea de cómo es el cuadro clínico de un catarro de vías altas. Después de un periodo de incubación (que dura de 2 a 5 días), aparecen los primeros síntomas: irritación nasal y dolor de garganta, seguidos de congestión nasal y ocular, secreción nasal, estornudos, tos…

Todo esto suele acompañarse de cierto grado de malestar general, febrícula, dolor de cabeza y dolores musculares. En niños menores de 3 años puede haber fiebre alta, vómitos y disminución del apetito.

Las secreciones nasales inicialmente son acuosas, haciéndose más espesas a los 2 ó 3 días, coincidiendo con la mejoría de los síntomas generales. Estos suelen controlarse a los 5-7 días, aunque la tos puede persistir aproximadamente 2 semanas.

Aunque los catarros de vías altas son procesos banales y que se curan solos en el plazo de unos días, a veces puede haber complicaciones.

Otitis media aguda. El moco que llega al oído puede sobreinfectarse por bacterias, dando lugar a fiebre, dolor de oídos e irritabilidad.

Sinusitis. Se manifiesta por secreción nasal amarillenta o verdosa de más de 10-15 días, fiebre, dolor de cabeza y facial.

Los catarros de repetición pueden favorecer las vegetaciones adenoideas, sobre todo entre los 4 y los 6 años de edad.

En las fases finales del catarro puede haber una sobreinfección bacteriana del moco, que debe sospecharse si la secreción nasal no mejora a los 10 días de iniciarse el proceso, si hay fiebre de más de 3 días de evolución o que comienza 48 horas después del inicio de los síntomas catarrales.

Infección de vías aéreas bajas, bronquitis, neumonía o bronquiolitis en el lactante pequeño. Si aparece fiebre elevada o que dura más de 3 días, dolor torácico en el niño mayorcito, dificultad respiratoria o rechazo del alimento en el bebé pequeño, debemos acudir al médico para que descarte estas complicaciones.
Tratamiento sintomático

Lo primero que debemos entender es que los resfriados se curan solos, y no existe ningún tratamiento específico para ellos. La mayoría de niños con catarro no precisan ninguna medicación. No está demostrado que los antibióticos o las vitaminas sean beneficiosos en el tratamiento de estos procesos.

Normalmente, el único tratamiento necesario son una serie de medidas generales que ayudan al niño a sobrellevar mejor los síntomas. Estos son nuestros consejos.

Mantener una buena hidratación. La ingestión de abundantes líquidos ayuda a que las secreciones respiratorias sean más fluidas y disminuya la tos.

Lavados nasales cuidadosos con solución salina fisiológica, y limpieza de las secreciones con aspirador nasal infantil o pera de succión. Es recomendable realizar estos lavados en el niño pequeño sobre todo antes de las tomas o de dormir, o cuando se detecten signos de obstrucción nasal.

El niño suele dormir mejor si se le acuesta con la cabeza algo elevada, incluso semi-incorporado.

Puede ser recomendable colocar un humidificador en la habitación del niño. No debe añadirse mentol ni alcanfor para niños menores de 2 años. El aparato debe limpiarse y secarse a diario para evitar que se colonice por hongos, bacilos o que se acumule polvo. En niños asmáticos debe evitarse su uso, pues el vapor puede desencadenar las crisis.

Puede ser necesario el uso de antipiréticos (como el paracetamol) en caso de fiebre, malestar o dolores de cabeza o musculares.

Es más discutido el uso de otros fármacos, como expectorantes y medicamentos para la tos. Os recomendamos que sigáis las indicaciones de vuestro pediatra a este respecto.

Los antibióticos habitualmente no deben utilizarse para el tratamiento de los resfriados, salvo que exista una sobreinfección bacteriana. Igual que en el punto anterior, vuestro pediatra será quien os indique si deben usarse antibióticos. No debéis usarlos vosotros por vuestra cuenta.

Es muy importante evitar fumar en el entorno del niño para disminuir la irritabilidad nasal y la tos. Además, el humo del tabaco puede desencadenar episodios de broncoespasmo.

Los niños mayores, si se encuentran bien, pueden y deben acudir al colegio. En cambio, es recomendable que los bebés pequeños permanezcan en casa los 2 ó 3 primeros días del cuadro, ya que normalmente suelen tener una afectación mayor y pueden contagiar a los demás niños.

Para prevenir la transmisión, hay que lavarse las manos tras el contacto con una persona resfriada. Y en los bebés menores de 6 meses debe evitarse en la medida de lo posible el contacto con personas acatarradas. Recordad que su riesgo de contagiarse es mayor, así como la posibilidad de complicaciones.

En el lactante resfriado, los papás deben vigilar la aparición de síntomas de dificultad respiratoria. Fundamentalmente, se debe acudir al médico si el bebé rechaza el alimento, presenta una frecuencia respiratoria más rápida de lo normal o hundimiento de los espacios entre las costillas al respirar.

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